viernes, 28 de septiembre de 2012

Me intuyes lejos


Por regresar indemne,
por salvarme de esta quema vil y sistemática,
por haber sabido saltar en el último segundo
y alejarme del choque, rodando,
en posición fetal, sobre el asfalto.

Por no traer noticias desde el lado salvaje,
por haber sobrevivido a la hecatombe
dejándome fluir,
sin miedo y sin inquina,
como fluyen los pies de esa muchacha
que baila despacio para que la miren.

Por salir victorioso de esta guerra
que ya libraron otros y perdieron,
por haber esquivado las pedradas
y los gritos, y la sangre,
y una rabia incontenible y brutal,
que horada como un cáncer,
la piel y la sonrisa.

Por no saber venderme a la desidia
por esforzarme...
por ser...

Me intuyes lejos

martes, 18 de septiembre de 2012

Porque al amor le canto


Porque al amor le canto como un niño,
temblorosas las manos, y no es hora
de andar balbuceando, este silencio
me temo, suena ya más que su eco.

No obstante, la palabra que mereces,
la que añoras, amor, sí, la que callo,
resuena entre mis labios, aún sellados,
igual que una canción, que no se olvida.

De tanto que me das, que yo te escriba
los más hermosos versos de la historia,
nunca será algo más que un dato inútil.

Si prestas atención, oirás silencio,
un hermoso silencio que acompaña,
como la soledad de los orgasmos.

martes, 11 de septiembre de 2012

Que siempre fueron nuestros.


Si vuelve la desidia a alzar su mano
y este septiembre embiste, y mina, y marca,
veremos cómo el tiempo se derrama
sin habernos contado una palabra.

La horas, los minutos,
este dolor de tripa,
este cabreo,
este terco zumbido insoportable
que no permite otra voz
que este silencio.

Ahora que el calor se desvanece
como en un ciclo sin fin de pleamares,
la órbita se aleja,
y de la fuga
no salen más que notas discordantes...

Pero ahí sigo yo, erre que erre,
con el ojo en el verso que atraviese
la estepa solitaria,
el gris desierto,
tal vez haya mejores,
pero a veces,
prefiero conformarme con los míos...
que siempre fueron nuestros.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Que siempre fueron tuyas


Es para aplacar mi cobardía
que entono este silencio.
Es un silencio denso,
como aquel que se escucha
justo después de un bombardeo.

Podría escudarme en un defecto congénito,
una incapacidad patológica
para escuchar los himnos de la lluvia.

Evoco viajes pasados,
el repulsivo sabor del aguardiente
y la tímida luz de aquel sótano en Akacfa Utca,
y la cerveza tibia y el goulasch,
y el súbito terror al bajar del tranvía.

Junto al Danubio, que no es ya tan azul,
sentí mucha nostalgia,
y allí también, en Budapest,
visité el cementerio más triste que he vivido.

Pero nada, ni por esas encuentro los motivos...

Para escribir desde la náusea,  
y no sentir que miento en cada verso,
me hurgo en las heridas,
me escudriño,
atento a las señales de un mal casi olvidado.

Pasan por mi memoria intentos de suicidio,
que oscurecen mi ceño y me rebelo,
y olvido.

Mientras me desabrocho la camisa
y me acerco a esta cama,
plagada quizá de chinches, (como aquella),
un frío insoportable
se cuela por las rendijas
y regreso al insomnio y al vacío.

Quizá porque en Granada
dejé de ser un niño,
y me até a este juguete
que me consuela y lees.

Quizá me sirva ahora aquel dolor,
el terrible dolor de perder a un amigo...
Entonces rememoro y me abruman sus ecos,
y mi ceño de nuevo se oscurece, y olvido.

Será para aplacar mi cobardía
que entono este silencio.
Es un silencio denso,
como el que se escuchaba
entre las azafatas aquel 20 de Agosto.

Voy por mi vida y vengo
buscando el detonante.

Prometo no decir jamás que me jodiste,
por repetir palabras que siempre fueron tuyas.