viernes, 8 de agosto de 2014

La verdad más sencilla

Para Lourdes...

Escribir al amor como lo hicieron
las trémulas voces de tantos poetas,
decirte al oído los poemas cáusticos
que tal vez confundan
tu luz y mi memoria.

Susurrar endecasílabos cálidos
que te licuen el hielo de la duda,
humedecer el árido silencio
con litros de versos
en cascada imparable.

Nombrarte, por ejemplo, a Benedetti, 
sentados en un banco
a la izquierda de un roble, y decirte:  "te quiero,
menos mal que te quiero"
y hablarte de una nube sobre el jardín botánico.

O nombrarte a Girondo y dejarte bien claro
que no me importa nada tu aliento matutino
ya sea afrodisíaco o sea insecticida
que lo que no soporto, lejos de que tu piel 
sea lisa o surcada por profundas arrugas
horadadas de tiempo
es la ausencia de alas...
para no ver mi sombra confundida en la sombra
elévate y saldré como un loco a buscarte.

Escribirte esos versos que ya escribieron otros
locos enamorados en plena efervescencia:
No entender el amor si no es contigo
descubrirme más ciego al quitarme tu venda.

Nombrarte, por poner, a Don Ángel González,
y ser por un momento Dios y tener el secreto,
y probarte a la manera de los panaderos,
y presentir que eres y te llamas
con ese nombre tuyo tan pequeño.

O sufrir la locura de Leopoldo Panero
tener el alma libre, y enclaustrada la sombra
y la firme intención de matarte mañana.
para soñar con dioses y árboles y madres.

Regalarte la voz de Neruda y traer
de las montañas flores alegres,
avellanas salvajes y cestas silvestres de besos.

Y mirarte infinita callada y constelada
y escucharte un gemido para la primavera.

O mirarte, quizás, con los ojos cansados
a la vuelta de un día de albaranes y gritos,
y que entiendas sin más
que el amor es quien dicta
la verdad más sencilla
de que somos capaces.