sábado, 19 de abril de 2014

Escribiendo estupideces.


Después de todo es cierto eso de
que no son horas de andar escribiendo estupideces.

Es demasiado tarde para andarse por las ramas 
y el vértigo no ayuda en absoluto.

(Eso también es muy cierto).

Tengo la sensación de estar perdido, de no saber si vengo o voy,
pero tengo muy claro qué es lo que tengo que decir,
el problema no es el qué.

El problema es  siempre el cómo.

E intentando diseñar un cómo,
como los de las películas,
de esos con violines de fondo,
dando dramatismo, 
de esos fluidos y sin tropiezos,
de esos que deslizan su verdad de cuchillo
entre la mantequilla tibia de tus miedos
casi sin rozarla,
intentando encontrar el cómo, para soltar el qué
 es que me estanco.

Y doy vueltas y vueltas
como en una noria que no para de girar y girar
en torno a un eje que no avanza.

Y no avanzo.

Todos mis cómos son escupitajos, 
vomitonas,
explosiones,
erupciones volcánicas,
cataclismos, 
hecatombes 
y claro…
lógicamente los rechazo,
ya que 
son básicamente incompatibles con la vida.

Y el cómo nunca debe interponerse.

Lo importante,
lo fundamental,
lo que sí puede ser definitivo
es el qué,
y el qué lo tengo,
claro,
Claro, pero…  ¿cómo?

Y en esas ando,
ahora que son las dos de la mañana,
sabiendo que no es hora 
de andar escribiendo estupideces:

escribiendo estupideces.

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