miércoles, 25 de junio de 2014

Dónde



Dónde estabas ayer mientras pasaba aquello de hacerse nuestro un rato el cetro de la victoria.
Sobre qué oscuro rincón se aposentó tu sombra,
mientras la luz del mundo cauterizaba viejas úlceras.

Sí, se calló la costra de la herida antigua,
no sirvió su silencio contra el fusil de asalto,
ni contra el devenir furioso y cruel de la navaja.
Sí, se calló y negó, como niegan, cobardes, la realidad tres veces antes del aguacero.

Dónde estabas entonces,
cuando el frío alimentaba el trémulo crepitar de mis falanges,
cuando la lluvia bordaba con cristales las pupilas cansadas,
cuando existió el silencio y se hizo absurdo intentar la machada de cambiarnos la historia.

Dónde cuando luchamos como luchan los pájaros por hacerse una sombra que atraviese las nubes.
Dónde cuando corrimos como seres salvajes desnudos y asustados, pero un poco más libres.

Dónde estabas, di, cuando la noche,
callada y consternada,
dejó caer sus manos y se dio por vencida,
mientras se abandonaba a la inercia de seguirse los pasos.

Dónde,
cuando la tos arrancó otro quejido al raído reloj de sol de estos pulmones que dono a la ceniza del pasado reciente.

Dónde, dónde, dónde, dónde estabas entonces,
y dónde estás ahora, que supuran las bocas  palabras desenvueltas, verdades como puntas de lanzas del destino,
clavadas al costado del tiempo que nos mira como un nuevo Mesías.

domingo, 22 de junio de 2014

La mira telescópica


Y ya que terminé

de hablar sin ton ni son,
de sacar la potencia
de dos a cuanto digo,
hablaré del errático
volar de algunos pájaros
que se acercan (sin rumbo
aparente) a tus sienes.

He de hacerte saber
que, al fin, el horizonte
nunca traza su línea
si miramos al suelo,
que es preciso mirar
los ojos del silencio
para dilucidar
si vienen o se quedan.

La verdad es que ahora
vuelvo sobre mis pasos
con la terca cadencia
de una noria infinita
que regresa al oscuro
conteo infatigable
una vez y otra vez
y otra más sin descanso.

Así que no te extrañes
si te encuentras en medio
de este monte de versos,
un verso que te cuenta
y luego la insondable
confusión de la inercia
que impía desenfoca
la mira telescópica.

y ¿qué más da el motivo?
cuando hay poesía
todo se desvanece
como en una película,
decir, doblar la espina,
no es igual que doblarla,
pero deja en la boca
el sabor de la gloria.

Así que deja siempre
vía libre a ese vuelo
de los pájaros ciegos
que te rondan oscuros,
déjalos vomitar
sus promesas de aire
o sus revoluciones,
qué más dan los motivos.

En el catorce firmo el finiquito.


Pongamos que este verso es el primero
y que este es el segundo que comparto,

digamos que ahora escribo aquí el tercero
y que este ya no es otro sino el cuarto.

Suponte que en el quinto no patino,
que este sexto verso ya lo acabo,
que el séptimo verá el mismo destino
que el cuarto, el quinto, el sexto y este octavo.

Imagina que el nono es el noveno,
y el décimo no es de lotería,
con este, once de once dejo escritos.

Con doce versos ya no tengo freno,
aquí van trece líneas muy vacías,
y en el decimocuarto, finiquito.

martes, 17 de junio de 2014

Aunque la vida me gruña



Yo que nunca tuve ganas
de enfrentarme a los molinos,
y me escondí en la ventana
para evitar al vecino.


Yo que dudé de dudar,
que me engaño y me lo creo.
Yo que puse en el azar
remedios contra el mareo.

He aprendido la lección
y aprieto dientes y uñas
y no me voy al rincón
aunque la vida me gruña.

Yo que siempre tuve miedo
del precio de seguir vivo,
que grité ¡Quiero y no puedo!
y quemé los negativos.

Yo que encendía la luz
para no ver mi vacío,
yo que enseñé al avestruz
su estrategia contra el frío.

He aprendido la lección
y aprieto dientes y uñas
y no me voy al rincón
aunque la vida me gruña.

Yo que solía poner
sin dudar la otra mejilla,
yo que aprendí a parecer
la sombra de una colilla.

Yo que vivía en la excusa
para explicar la derrota,
yo que acumulé pelusas,
yo que fui el eterno idiota.

he aprendido la lección
y aprieto dientes y uñas
y no me voy al rincón
aunque la vida me gruña.

jueves, 12 de junio de 2014

Que inundes el mundo con tus versos

Para Carmen Miranfú
con una gota de tinta...


Vigilaré la amenaza atento al huracán,
pendiente a la deriva de las nubes.
Conoceré antes que nadie por dónde va arreciar,
por dónde llorará gotas azules.

Escrutarás mi mirada buscando información,
un clavo al que agarrarte, una respuesta.
Yo te daré instrucciones consciente del error,
dejando que te abata la tormenta.

Ya sabes que prefiero que sufras por amor,
así que nunca sigas mis consejos.
Serán tan solo un modo de herirte el corazón
y que inundes el mundo con tus versos.

Vigilaré la amenaza, sabré donde será
el aluvión de rayos, la hecatombe.
Señalará mi dedo la cruda realidad
mojando el corazón del horizonte.

Acudirás tranquila, sin nada que temer,
seguirás paso a paso mi camino
apostarás la vida y volverás a perder
y escribirás los versos que no escribo.

Ya sabes que prefiero que sufras por amor,
así que nunca sigas mis consejos.
Serán tan solo un modo de herirte el corazón
y que inundes el mundo con tus versos.