
No queda arroyo ya, ni torrentera,
ni río ni laguna, ni vaguada
que no me haya mojado la almohada
en súbita marea o tierna hoguera.
No queda aljibe, gota, regadera,
cubo, vaso, ni taza o cumbre helada,
que sobreviva indemne a esa mirada
de agua de tus ojos de pantera.
Hoy tu cuerpo y mi cuerpo son marisma,
tenue rocío en fulgurantes flecos;
el agua no es capaz ya de mojarnos.
Tenemos que humedad que ni la misma
vida jamás podrá dejarnos secos,
ni la muerte podrá jamás secarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario