Cuando no es remendarse las heridas
o darse a la maldita servidumbre
de andar de los abismos a las cumbres,
es ser pobre madera carcomida.
O bien me dejo hacer (chapa y pintura)
y oculto entre guirnaldas los harapos,
o remiendo llagas y tajos grapo.
A veces la terapia es la tortura.
A base de tocar grises escaras
la mano experta a veces las repara,
y frena la infección y la gangrena.
Ya ves que soy un pésimo paciente
y me defiendo con uñas y dientes
con sangre y con sudor sobre la arena.
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