sábado, 1 de marzo de 2014

Ahora que lo tengo



Lo escribo ahora que lo tengo prohibido,
ahora que el ojo impertinente del poder
se clava en mi nuca con un gesto de náusea.

Lo escribo ahora 
                         porque es
                                         necesario.

Miro hacia atrás por si las moscas,
por si aparte del ojo
quiere el poder clavarme la mirada,
y comprende de pronto
que esta rebelión no es solo de palabras.

Una vez dejé de sonreír por un momento,
pero ese momento duró para siempre...
como duran para siempre los besos eternos,
las miradas eternas del tren a los andenes,
los dolores crónicos y las dudas huérfanas.

Una vez dejé de sonreír
y fui la carcajada del reo en el patíbulo
consciente del ocaso, de ese instante infinito.

Al amor no le debo más que a la rabia
me ha curtido el dolor, lo mismo que un orgasmo.

Es posible que ahora
que bullen mis arterias de sangre y poesía
esté el poder de uñas (afiladas y atentas)
a punto para el salto a quebrarme el aliento.

Es posible, repito, que el dolor sobreviva
como un vestigio oculto en un risco remoto.

Por eso escribo, ahora que lo tengo prohibido,
ahora que el deber es centrarme en tu estímulo.

Ahora que el poema es el último mono
me asalta el hijo puta como un hipo insistente.

Porque no tengo nada que valga más que el tiempo
que paso recostado taponando esta herida,
ni tengo más que tiempo que ofrecer a tus muslos
es tiempo lo que doy ahora que no tengo.

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