Que me clavé tu aguja en el granero,
Que me enseñaste cuánto vale un peine,
que le diste su forma a mi zapato,
que me marcaste un gol con el empeine.
Que me rompiste todos los esquemas
que comulgué con ruedas de molino,
que fuiste sin esfuerzo juez y parte
que me deje engañar igual que un chino.
Que perdí la cabeza nuclear
que me ataste al carajo en el naufragio
que me hiciste borrón y cuenta nueva
que te burlaste de mi mal presagio.
Que tuviste y me echaste a mí la culpa
que borraste el archivo y la memoria,
que envidaste a la vida de farol,
que tapiaste las puertas de la gloria.
Que rompiste la suerte y el espejo
que me pagaste con otra moneda
que arruinaste las ruinas de mi casa
que me atrapaste en tus hilos de seda.
Que tiraste la piedra y escondiste
la mano que domina mis idiomas.
Que inventaste esta especie de cadáver
que en el filo de un espejo roto asoma.
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