A veces me descubro pensando que la muerte
juega un papel vital en esto de la vida,
me descubro pensando que no existe la suerte
y lamiendo los bordes de todas mis heridas.
A veces me diluyo como un trozo de hielo
me esparzo con el viento como un banco de arena
pero a veces entiendo que el infierno o el cielo
sin pasar por la vida, no merecen la pena.
A veces me interrumpo; no sé, me reseteo
y me encuentro de nuevo en la primera casilla.
Pero a veces me dejo llevar por el deseo
y acaricio el abismo y su cruel maravilla.
A veces entretengo la vista en la ventana
con el cuarto menguante o con la luna llena,
y otras veces entiendo que el ayer o el mañana
sin el fuego del hoy no merecen la pena.
En ocasiones dudo y detengo mis pasos,
y miro al horizonte como buscando algo:
la mano hecha visera contra el sol del ocaso.
Pero, a veces, mi sombra toma forma de galgo
y corro sin destino: una bala perdida
que se vende a la inercia y ya nunca se frena.
Pero, a veces, de nuevo, entiendo que la vida,
sin la luz de la muerte, no merece la pena.
Cajon desastre, trastero, tugurio, cuchitril, en fin... tu casa, el mundo, el universo.
viernes, 13 de marzo de 2015
lunes, 9 de febrero de 2015
Diecisiete
Para Lourdes
Se me queda el soneto un poco corto,
no caben en catorce, diecisiete,
y más si otra vez más estoy absorto
en esa luz que alivia y que promete
más vida en esta vida dividida,
más años que los años que han pasado
desde aquella mitad de nuestra vida
a este ahora que vivo aquí a tu lado.
Medio soneto llevo y no resumo
del modo en que esta vez me gustaría.
Es el amor más grande el que entorpece.
Ahora no soy más que blanco humo,
te sigo siempre así... No es poesía
lo que te doy, ni lo que te mereces.
07/02/2017
jueves, 8 de enero de 2015
Grito tu nombre
Grito tu nombre como si ya supieras qué nos ocurre,
como si nada superase el misterio
de estarnos viendo.
Grito tu nombre como si no estuvieras siendo tú siempre,
como si ahora todo fuese una sombra dándonos caza,
un espejismo de la vida vivida
contra el olvido.
Grito tu nombre y tú callas y pliegas tu voz de junco,
como si el tiempo ya te hubiese amputado
sueños y alas.
Pero yo grito, grito fuerte tu nombre, grito sin miedo,
aunque el silencio me devuelva este eco
desarraigado.
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