Un solo de trombón desafinado
volcaba su tristeza,
la lluvia era la única certeza,
la lluvia y el trombón.
A lo lejos los cláxones chillaban
con sus voces de hierro,
llegaban los ladridos de los perros
del barrio a la estación.
Un yo desvencijado por los años
rodó por el asfalto,
vencido, cabizbajo, triste, harto,
dejándose llevar.
La lluvia pesa más que mi tristeza,
los perros ladran siempre en mi cabeza,
la duda me arrebata la certeza...
Me cansé de esperar.
Un solo de trombón, un saxo mudo:
la triste compañía
que quiso hacerme bien mi último día
en esto de existir
Y mientras las monedas van cayendo
del bolsillo a la gorra,
me aferro a la tristeza que me borra
las ganas de vivir
El tren se acerca al son de la balada,
nadie imagina el salto,
las vías sustituyen al asfalto
que piso en el andén.
La lluvia pesa más que mi tristeza
los perros ladran siempre en mi cabeza,
ahora solo tengo la certeza
de las fauces del tren.
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