Lo malo de estar vivo es cuando te ponen los puntos sobre las íes y descubres que la tilde era una lágrima enconada.
Lo que quiero decir es que ya basta de repetir mantras bajo el manto legítimo de la poesía, que te juegas con eso que alguien venga y te diga las cosas sin filtrarlas, que alguien venga y escriba poemas Molotov y te lastime.
Lo que quiero decir es que si mientes sólo puedes verter literatura cuando esa mentira no hiere, cuando no hay nadie que entienda la verdad en ese espejo que rompes a golpe de teclado.
Ya hablamos una vez sobre qué cosas son fáciles.
Lo difícil es admitir que no todo es una mierda desde que ella se ha ido, que puedes sobrevivir sin su culo en la mano y sin su lengua en tu acento.
Lo difícil es decir, así sin titubeos que has tenido la culpa, que de un modo o de otro elegiste la rabia, que acabaste con ella por que acabara contigo y no le diste al verbo el sentido correcto.
Lo difícil, lo duro, es hallar la respuesta que rompe los esquemas del poema perfecto, decir que hoy la vida no es más gris que a su lado.
Admitir que el deseo hacia la camarera pudo más que el futuro y que el deseo hacia ella, admitir que mentiste como mienten los hombres al decir "para siempre" o al decir "te lo juro".
Lo que quiero decir es que me gusta tu idioma, tu forma de decir palabras enlazadas, que me duele la ausencia que te lastra el ombligo como una mano férrea que no suelta su presa.
Pero quiero que sepas que no creo en verdades que duelan más que el tiempo perdido en hospitales, que por fin, pese a todo encontré en los suburbios, la mano que amenaza tu castillo en el aire.
Si me tiembla de pronto la voz es por su magia, por el modo en que deja bien atados los cabos.
Lo que quiero decir es que a deshora han venido de lejos a ensuciarme las manos con un prisma que rompe las verdades a medias que contabas en las siete mentiras de tu voz de arcoiris.