La lluvia moja sin piedad mis manos,
me arrebata el calor y la sonrisa,
se busca en mis famélicos bolsillos,
y no se encuentra.
La lluvia apuñala mi sosiego,
enturbia mi razón, me tambalea,
construye en torno a mí su letania,
y me atraganta.
Absorta, ensimismada, silenciosa,
me horada el corazón y las neuronas,
engaña a mis anhelos ateridos
y los invade.
Ya recorre mis vasos, mis arterias,
cristalinas, sus dagas canalizan.
Resistí cuanto pude, pero ahora...
soy yo la lluvia.