Para que no parezca que mis pies se pudren,
así como se pudren sueños propios y ajenos,
en el camino esculpo sus frágiles facciones
su planta, su talón, sus puentes y sus dedos.
Para que no parezca que mis manos dudan,
así como la hoja del blanquecino álamo,
recorro con mis huellas un espejo anhelante,
fijando en él del todo, inamovibles, sus pasos.
Para aclarar la sombra que ágil amenaza,
con el aire indomable de las enredaderas,
me entrego al tintineo que invade las estancias
me doy al cascabel de tu sonrisa nueva.
Alza la savia un canto de paz en los hollines
que endereza o suprime, el timón o el destino,
el reloj sin manillas, la manzana, los ecos,
o ese jirón de tiempo que se torna amarillo.
Ni sé buscar, ni busco, nada de lo que logro,
el caso es que retengo, y retengo sin miedo
el tiempo sólo el tiempo resiste imperturbable,
el tiempo y un amor sin medida ni techo.
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