¿Para qué?, si no vas a salvarme,
si vas a proseguir
tu paso lento y firme,
¿para qué? me pregunto, si es inútil.
Cuando al volver atrás nuestra mirada
no encontramos las huellas
de nuestros pies descalzos,
si nos hemos perdido entre batallas
que nunca fueron nuestras.
¿Y qué?, si todo cae
igual que la hojarasca,
con el torpe devenir
de un oscuro dolor inextirpable.
¿Para qué? me pregunto y el silencio,
escupe la verdad como una peste,
con la suave cadencia mineral
de los martillos y las cafeteras.
Allá lejos, allá, donde se oculta
la mano que origina
esta neblina densa y este miedo,
todo se ha derrumbado.
Y tú que sibilina te relames
sabiéndote invencible,
no eres capaz de ver que tus raíces
acabarán pudriéndose bajo mis ruinas secas.