
Y entonces fuiste el verbo,
y el silencio,
tendió su largo cuello a la guadaña,
y entonces fue el amor,
y la palabra
siguió los pasos firmes del crepúsculo.
Sonó desde lo lejos
un suave murmurar
de arcángeles y estatuas,
el eco del rocío,
el trino azul del agua.
Y entonces fuiste el verbo
y oí tu respirar y tu latido,
tu risa en tintineo iridiscente.
Todo en ti fue milagro,
como si el horizonte fuera meta
y la alcanzáramos.
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