si provocas en mi cara el rubor,
si disipas en mi piel la calor
si me apuntalas el pie y el tobillo
Si restauras la almena a mi castillo,
si de cuajo me arrancas el temor,
si apaciguas mi incesante dolor,
si me proteges de la voz del grillo.
Cuando separes la paja del trigo,
las cosas se verán mucho más claras
y no habrá confusión que suene a excusa...
El caso es que jamás será mi amigo
aquel que mide con distintas varas
la viga de su ojo y mi pelusa.