No me digas que no, porque ya es tarde,
nada puedes hacer contra mis males
con estos arrebatos animales
con este corazón ciego que arde.
No me digas que no, que me apuntillas,
que me borras del todo la sonrisa
me sumerges en lodo, que me pisas
el pecho cual si fuera una colilla.
Amortigua mi ímpetu salvaje,
que llevo tan cargado el equipaje,
que no me cabe ya ningún pretexto.
No me digas que no, te necesito
no dejes mi calor seco y marchito.
y mudo el postrer verso de este texto.
No existen letras que nos duelan tanto
ResponderEliminarcomo esas dos que no quieres oír
dos letras que nos impiden seguir
dándole forma alegre a nuestro canto.
No existen letras que causen más llanto,
más depresión o más ganas de huir,
pero también más afán de escribir
que esa palabra tan llena de espanto.
pero el peligro es quedarse llorando
dándote palos de ciego en el pecho
por culpa del renegar de una dama,
por eso, amigo, tú sigue afirmando
tarde o temprano verás que en tu lecho
todo son síes que te hacen la cama