Yo
conocí a Juan José Téllez en su despacho, allá por 1994, mi padre me llevó a
verle con la intención de enseñarle mis primeros poemas.
En
realidad, no recuerdo muy bien qué me dijo, seguramente fue bastante benévolo,
sólo recuerdo una enorme sensación de pequeñez, y lo delicadas que me
parecieron sus manos.
Mi
mujer dice que soy un tipo raro, capaz de valorar mucho cosas que son, en
principio, insignificantes...
Es
lo que me pasa con Juan José Téllez, seguramente haya cosas mucho más destacables
que las que voy a contar, pero creo que se trata de ser sinceros.
Una
cosa que admiro profundamente de él es su maravilloso acento andaluz, admiro
sobre todo el hecho de que no lo pierde cuando recita poemas.
También
me parece espectacular la capacidad que tiene para hilar palabras construyendo
desde la nada discursos impecables en su forma y contenido.
A
veces me pregunto si no los trae aprendidos desde casa.
Siempre
que he coincidido con él he tenido ganas de desterrar la timidez, pero nunca he
podido, estar a su lado es regresar a las sensaciones de aquella vez, cuando yo
tenía 14 años
En
fin...
Otra
cosa que me pasa es que hay una fuerza invisible que me impide (no sé por qué)
llamarle Juanjo... siempre digo JuanJoseTéllez,
todo junto.
Dos
semanas después de que me llamaran para participar en este acto seguía dándole
vueltas... hasta que mi mujer me dijo:
Stewart,
tú lo que haces es escribir... escribe y ya está... y es lo que he hecho:
Pero
antes de leer el poema quería darle las gracias a Juan José Téllez por dos
cosas, fundamentalmente:
1º
Por colocar mi nombre en la “Historia de Algeciras”, cosa que me enorgullece
enormemente.
2º
Por haber hecho méritos para recibir este homenaje, así podré decir siempre que
yo también estuve aquí.
Para llamarte Juanjo
Recuerdo
aquella escena como un ayer cercano
y
la maza del tiempo no derriba este muro.
Cristal
en el despacho, delicadas las manos,
pajarita
y papel, palabras de futuro.
Si
busco en el trastero de vida transcurrida
el
eco de tu voz leyendo algún poema,
o
acaso un manifiesto sobre alguna tarima
el
vértigo me envuelve como en aquella escena.
el
hoy es esta plaza, las palabras que digo
aquí
con esta voz que como siempre tiembla,
el
hoy es desterrar el temor del ombligo
y
espantar para siempre las dudas y la niebla
Y
el hoy, que es más cercano, que aquel de mi niñez
me
enseña la manera, y las distancias zanjo
y
venzo en dura lucha a mi terca timidez
para
brindar contigo y para llamarte Juanjo.