A Lourdes Recalde
Al verte, lo normal, para mi gusto,
sería que pararan los relojes,
que erigieran por ti uno o dos bustos
allí donde a tu boca se le antoje.
Que llovieran jazmines a tu paso,
como en un musical hecho a medida,
que se cayeran llaves, libros, vasos,
y que se arrepintieran los suicidas.
La verdad, no lo entiendo y hasta dudo,
si no será que estoy exagerando,
cómo es posible que no se quede mudo
el universo al verte caminando.
El caso es que a mis ojos el misterio
de no ver cómo el mundo te idolatra,
si no me acerca raudo al cementerio
engorda la factura a mi psiquiatra.
Y mi psiquiatra dice: -"Pero chico,
¿no ves que tu verdad no es absoluta?".
Pero yo ni lo veo y ni claudico,
cómo negarte, si mordí tu fruta.
Y como la manzana a Blancanieves
la deja sin sentido; tus ojazos,
tu voz o la manera en que te mueves,
me afecta a la cabeza como un mazo.
Y vuelvo a preguntarme: -"¿Pero cómo
el mundo no lo ve?,¿cómo es posible?".
y pierdo la razón, pierdo el aplomo,
y exploto y se me saltan los fusibles.
Me consta que hay alguno que te ronda,
alguno que quisiera mi pellejo,
y sueña con que tú le correspondas,
planchando el uniforme de cortejo.
Lo que no entiendo, lo que me subyuga,
es no contar por miles tus Romeos,
ni hordas de Cyranos a la fuga,
tratando de sacarte un escarceo.
Que no entiendo el amor si no es contigo,
Y no entiendo que el mundo sí lo entienda,
y no entiendo la vida sin tu ombligo,
y nada ven mis ojos sin tu venda.